Este espacio zarpa desde aquí, en este momento. Desconozco a dónde me llevará, pero al menos ya hay un punto de partida. Demasiado tiempo esperando una conjunción perfecta de estrellas.
Desde niño ya soñaba con aventuras aderezadas de héroes valientes y villanos malvados, hilvanando mis primeras tramas mientras trasteaba con los Playmobil o los Lego. Pero fue poco antes de la adolescencia cuando los juegos se convirtieron por primera vez en palabras escritas de mi puño y letra, cuando descubrí los juegos de rol.
La primera vez que jugué fue como descubrir un tomo ancestral con conocimientos inimaginables en un desván lleno de polvo. ¡Miento! ¡La primera partida fue horrible! La ambientaba un conocido en segundas nupcias (conocido de un conocido), cuyo nombre he optado inconscientemente por olvidar, y parecía una película mala de alto presupuesto, de esas en las que intuyes que con esa idea de base y con esos medios se podría haber construido una trama y unos personajes de parangón… pero no. Todo quedaba en basiqueces ramplonas y en pasar el ratillo matando bichos, al menos eso sí, bien acompañados entre amigos.
En medio de aquella catástrofe, no obstante, percibí las primeras entonaciones de una sutil magia que comenzaba a atraerme sin resistencia posible. Allí, oculto, había algo, valioso, latente, poderoso… esperándome.
Compré mi propio libro. Y luego otro, y otro, y otro. Los libros de rol competían con los de la Universidad. Soy consciente de que sabéis que vuelvo a mentir. No había ni hay competencia. Tengo muchos más libros de rol en mis estantes de los que pueda haber de cualquier otra materia útil y mundana.
Ahí mis palabras evolucionaron. Empecé adoptando aventuras publicadas, que modificaba y retorcía con ajustes de tramas y personajes. Luego surgieron los hilos propios, las tramas dentro de las tramas, y se desperezaron mis primeros antagonistas. Tras ello, las primeras intrigas originales, las primeras crónicas completas y sus personajes emblemáticos.
Y continuó y continuó hasta el día de hoy.
Un día me animé a tirar algunas líneas fuera de juego, convirtiendo lo que habían sido las páginas de preparación de una partida y las anotaciones de su ejecución en historias que se pudieran leer. De ahí surgieron algunos textos que yacen almacenados en el limbo de ninguna parte.
Hoy me he animado a agrietar la barrera del hermetismo. De todo esto, algo saldrá. Y ese algo voy a compartirlo en este blog con vosotros.
Gracias por leerme.